Hoy tuve el privilegio de participar en una actividad bastante especial: anillar crías de águilas pescadoras. Una oportunidad única para conocer más sobre estas majestuosas aves y su ciclo de vida.
El nido de estas águilas pescadoras estaba situado en una torre de alta tensión en medio de una enorme finca privada en Alcalá de los Gazules y sólo se podía llegar a él con un vehículo todoterreno pasando por un rebaño de ganado pastando.
Ambos pájaros tenían poco más de un mes y ya eran sorprendentemente grandes y fuertes. Permanecerían en el nido unas tres semanas más antes de volar.
El proceso de anillar a estas aves requirió un procedimiento detallado y cuidadoso para proteger tanto a las aves como a los investigadores. Equipados con arneses anticaídas, dos investigadores subieron al nido, a una altura de unos treinta metros. Con mucho cuidado, sacaron a las jóvenes águilas pescadoras de sus nidos y las metieron en unas mochilas. Mientras los preocupados padres daban vueltas sobre nuestras cabezas, los polluelos fueron anillados en el suelo, medidos y pesados. También se tomaron muestras de sangre para realizar más pruebas. Para mantener tranquilas a las jóvenes águilas pescadoras durante estas acciones, se les puso una capucha. Ambas aves resultaron ser hembras.
Todos los datos recopilados se registraron cuidadosamente y luego serán útiles en la investigación sobre la población y la salud de las águilas pescadoras en la región. En esta operación, que duró más de una hora, participaron un total de siete personas.
En un momento dado, el aire sobre nosotros se volvió silencioso, una señal de que los padres habían desaparecido brevemente de la escena. Pronto quedó claro por qué: había que buscar comida para los peques. ¡Claramente había peces en la laguna cercana!
Fue impresionante ver de cerca aves jóvenes tan hermosas. Sus ojos de color amarillo brillante y sus alas fuertes, pero aún no completamente desarrolladas, eran un recordatorio de las maravillas de la naturaleza.
Que preciosidades! Impresionante vivencia!