Encuentros de primavera en las Marismas de Casablanca
- 5 abr
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Actualizado: 11 abr
Por fin ha llegado la primavera, y es imposible no notarla. Los campos se llenan de color, los insectos regresan en masa y la cálida luz de la temporada empieza a afianzarse. Es época de renovación, y para los observadores de aves, de anticipación. En tan solo un día, pude escuchar el melodioso canto del ruiseñor, vislumbrar al vibrante abejaruco y observar el elegante vuelo de la canastera. Todas ellas señales inequívocas de que la migración primaveral está en marcha.


Las Marismas de Casablanca, situadas justo al otro lado de la frontera con Cádiz, en el extremo sur de la provincia de Sevilla, parecían el lugar perfecto para celebrar el cambio de estación. Después de las intensas lluvias del invierno pasado, la vida está regresando con sorprendente intensidad. El aumento de las temperaturas está provocando una explosión de actividad, no solo entre las aves, sino por todas partes. La visita también me recordó uno de los efectos secundarios menos agradables de la primavera: los mosquitos. La combinación de clima cálido y un ambiente húmedo como el de las marismas creaba el lugar perfecto para ellos. A veces, me sentía completamente rodeado, lo que sin duda puso a prueba mi paciencia. Sospecho que ésta podría haber sido una de mis últimas visitas a las marismas durante esta primavera.






Acercarme al agua tampoco fue fácil. Los caminos de tierra que atravesaban la zona estaban en mal estado y todavía parcialmente embarrados. En algunos tramos era imposible avanzar, ni siquiera a pie. Aun así, el esfuerzo valió la pena. Desde la distancia, ya podía apreciar que las lagunas rebosaban de vida. Calculé que había por lo menos 500 flamencos comunes juntos cerca de la laguna principal, con sus siluetas de color rosa pálido agrupadas. En otro sector, alrededor de 300 moritos agregaron sus tonos profundos e iridiscentes al paisaje.






Un grupo de flamencos se había apartado de la bandada principal y se había ubicado en una zona más aislada. Decidí esperar tranquilamente cerca. Los flamencos que vuelan hacia la cámara son raros; suelen volar por otro lado. Pero hoy, mi paciencia dio sus frutos. Cuando el grupo más pequeño finalmente despegó para reunirse con la bandada principal, pasaron justo frente a mí. Logré tomarles varias fotos en pleno vuelo, con las alas extendidas y sus curiosos perfiles apuntando hacia mí. Una oportunidad única.




Otro momento memorable llegó cuando fui testigo de un enfrentamiento entre un águila calzada y dos avefrías. Justo antes, había visto al águila lanzarse agresivamente hacia el nido de las avefrías. Las dos aves más pequeñas no dudaron en defender su territorio. A pesar de la diferencia de tamaño, ahuyentaron al ave rapaz con energía intrépida, un ejemplo impresionante de la intensidad que pueden demostrar los padres en el mundo de las aves.






No muy lejos de un grupo de pinos, encontré algunas egagrópilas de búho esparcidas por el suelo. Cada una estaba llena de huesecillos, clara evidencia de que un búho había estado usando la zona para alimentarse. No vi al búho, pero las huellas que dejó muestran que hay muchos animales merodeando por estos pantanos por la noche.

Tampoco faltaron las oportunidades fotográficas. Lavanderas boyera y escribanos trigueros posaban repetidamente sobre tallos y señales de tráfico, ofreciendo sus brillantes colores y posturas características. Las libélulas se deslizaban entre los juncos y la hierba, y a veces se quedaban quietas el tiempo suficiente para una buena foto. Las pagazas piconegras parecían especialmente interesadas en ellas, descendiendo en picado de vez en cuando como si estuvieran de caza de libélulas.










Pero quizás lo mejor del día fue mi encuentro con una pareja de mochuelos. Se fueron volando cuando me acerqué, pero no fueron muy lejos. Conseguí tomar unas fotos bastante buenas, lo suficientemente nítidas como para mostrar sus brillantes ojos amarillos y esa mirada intensa y curiosa que los caracteriza.


Las marismas de Casablanca cubren una amplia zona y, cuando los caminos de tierra están secos, fácilmente puedes pasar horas explorándolas a pie. A primera vista, el paisaje puede parecer un poco monótono (extensiones planas de juncos, campos abiertos y aguas poco profundas), pero poco a poco va revelando su encanto a quienes se toman el tiempo de mirar con atención. Para el paciente pajarero, las recompensas son muchas: encuentros inesperados, movimientos sutiles en la vegetación y el ritmo constante de la vida en los humedales. Es un lugar que te invita a disfrutar del silencio y a observar, un espacio donde la naturaleza te cuenta su historia de manera tranquila pero clara.





Puede que haya sido una sola visita, técnicamente hablando, pero este viaje a las Marismas de Casablanca estuvo lleno de suficientes momentos, colores y encuentros como para llenar una temporada entera. La primavera apenas comienza y ya está llena de sorpresas.

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