Después de las lluvias del mes pasado, tenía la esperanza de que las lagunas de Chiclana ofrecieran una buena cantidad de aves. La promesa de un aumento en los niveles de agua era tentadora y estaba ansioso por ver lo que había llegado. Sin embargo, mi visita resultó ser una mezcla de sorpresas y decepciones.
Mi primera parada fue la Laguna de la Paja. Esta laguna, que llevaba años seca, había visto un poco de lluvia últimamente y yo era optimista. Lamentablemente, no había ni una gota de agua. En cambio, encontré pájaros reunidos en el terreno circundante. Entre ellos había tarabillas posadas en los arbustos, verdecillos revoloteando y un grupo de perdices. Si bien fue agradable ver a las aves, estaba muy lejos del espectáculo que me había imaginado.
A continuación, me dirigí a la Laguna de Jelí y aquí fue donde el viaje empezó a ser interesante. Si bien la laguna no estaba completamente llena, había suficiente agua para atraer a una variedad de aves. Las más notables fueron las gaviotas patiamarillas y una gran cantidad de cigüeñas blancas. El mal estado de la carretera hizo que conducir hasta la puerta de entrada fuera un poco complicado, pero la caminata hasta la laguna valió la pena. El paisaje era tranquilo y me acompañaban los cantos constantes de las currucas cabecinegras y otros pequeños pájaros cantores a lo largo del camino.
Hay tres miradores alrededor de la laguna, pero los dos primeros no ofrecían mucho, ya que estaban demasiado lejos del agua. El más interesante fue el tercer mirador, un redondo refugio de madera. Desde allí, tenía una perspectiva mucho mejor de la laguna y de las aves que se congregaban en las aguas poco profundas. La vista era bonita, aunque la distancia de las aves hizo que fuera difícil capturar el momento en buenas fotos.
Mientras caminaba por el sendero, escuché un sonido familiar pero distante: el inconfundible sonido de trompeta de una grulla. Pronto me di cuenta del origen: una bandada de 27 grullas volando hacia el norte. Su elegante vuelo añadió un toque mágico al día.
Pero lo más destacado llegó unos momentos después. Mientras me encontraba cerca del escondite, una gran bandada de cigüeñas blancas pasó a poca altura, batiendo sus alas al unísono. El sonido casi hipnotizante en un entorno que, por lo demás, era silencioso. Fue un momento excepcional que hizo que al final la excursión valiera la pena.
Aunque a la laguna le faltaba agua, lo que ciertamente afectó la actividad de las aves, la Laguna de Jelí sigue siendo un lugar de gran potencial. Con más agua, podría convertirse en una joya escondida para los observadores de aves, llena de vida.
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