Una aventura fangosa en las lagunas de Espera
- 15 mar
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Después de lo que pareció una eternidad de lluvia, hoy finalmente fue un día seco. Perfecto para ver cómo estaban las lagunas de Espera y qué aves habían decidido hacer acto de presencia. Por supuesto, llegar hasta ahí no fue tan sencillo. Algunas vías de acceso todavía estaban bloqueadas debido a las lluvias recientes, por lo que tuve que tomar una ruta pintoresca (o sea: innecesariamente larga) para llegar a ellas.

Las tres lagunas se alimentan de la lluvia y algunas corrientes subterráneas. Su origen se debe principalmente a la presencia de un terreno llano con pequeñas ondulaciones y una ligera pendiente, donde los materiales impermeables favorecen la acumulación de agua. Suena científico y todo eso, pero lo que realmente significa es que cuando llueve mucho, como sucedió este invierno, las lagunas se llenan maravillosamente. Cuando no llueve, pueden secarse por completo.

La primera parada fue la Laguna Hondilla, la más pequeña de las tres. El año pasado, por estas fechas, no era más que una triste y agrietada extensión de tierra seca. ¡Ahora sí que había agua! ¿El problema? Verla era otra historia. La vegetación se había vuelto salvaje, por lo que era casi imposible conseguir una buena vista. Naturalmente, pensé: «Quizás si me acerco un poco más...». Mala idea. El suelo estaba tan embarrado que cada paso parecía una apuesta. Rápidamente me di cuenta de que la observación de aves de hoy sería un ejercicio para no perder mis botas ni mi dignidad.


Fue aquí donde logré acercarme increíblemente a una pareja de perdices rojas. Estaban durmiendo una siesta en el césped y mi presencia cercana no los molestó en absoluto.



Continué hacia la Laguna de Zorrilla, donde el nivel del agua era mucho más alto que el año pasado. Esta laguna tiene una profundidad máxima de dos metros, pero no estaba allí para medirla; estaba allí por las aves. Hay un escondite, pero me parece bastante inútil a menos que tengas un telescopio, debido a unos árboles estratégicamente molestos que bloquean la mayor parte de la vista. Así que, como cualquier pajarero decidido, me abrí paso entre la vegetación para observar mejor.

Fue entonces cuando me encontré en territorio del aguilucho lagunero. Estas aves son absolutamente impresionantes pero también alborotadoras. Conté al menos seis de ellas solo en esta laguna. Planean como si fueran dueños del lugar, poniendo a los pájaros más pequeños en modo de pánico. Si el mundo de las aves tuviera villanos, los aguiluchos laguneros estarían entre los mejores. Pero no eran las únicas aves rapaces que había; tuve la suerte de ver también un aguilucho pálido, ¡lo cual fue una agradable sorpresa!














La última parada fue la Laguna Dulce de la Zorrilla. El año pasado no pude llegar porque la vegetación era demasiado alta a lo largo del sendero. Este año tuve un problema diferente: una grave situación de barro. Caminar por el sendero hacia la laguna me pareció como practicar un deporte extremo. Perdí la cuenta de cuántas veces estuve a punto de caer, pero de alguna manera lo logré. Cuando por fin pude ver el agua, vi más aguiluchos laguneros (por supuesto) y una hermosa pareja de ánades frisos. ¡Nada mal!





Al final, la variedad de aves no fue tan alta como esperaba, pero estas lagunas siguen siendo un fantástico refugio para la vida salvaje. Además, con todas las plantas e insectos prosperando, es evidente que la naturaleza está aprovechando al máximo esta temporada de lluvias récord. En cuanto a mí, logré salir sin caerme en el barro. Por los pelos.


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