Hoy me fui a La Janda, pensando si podría avistar alguna grulla. En días anteriores se habían avistado cientas de ellas y recordaba haberlas visto justo al iniciar mi "ruta habitual" por esta amplia zona hace dos años. Sin embargo, al principio de esta visita no había señales de ellas. En cambio, a lo largo de los 14 kilómetros que he recorrido me acompañaron decenas de simpáticas tarabillas comunes, que suelen verse en parejas.
Algunos compañeros observadores de aves que me encontré al principio de la ruta me comentaron que que iba a ver a unos elanios, una especie maravillosa con la que hacía tiempo que no me había cruzado. Me aconsejaron que los buscara en los tendidos eléctricos. Al principio, las únicas rapaces que ví eran varios cernícalos, con los que siempre me alegro.
El gran arrozal donde hace dos años vi cientos de grullas juntas estaba ahora vacío. Tal vez tendría más suerte unos kilómetros más adelante. Por ahora, tenía que disfrutar de las tarabillas comunes, las lavanderas blancas y todo lo que se moviera entre los arbustos a lo largo del camino, a menudo buitrones. En el propio canal había poca o nada de vida, aparte de una garza real y un cormorán.
Después de conducir con mucho cuidado por la pista paralela al canal durante una hora más o menos, vi un busardo posado en el sistema de riego. A medida que me acercaba a los humedales siempre inundados, vi un pájaro del tamaño de un halcón posado en una de las líneas eléctricas. ¿Otro cernícalo? Mirar hacia la brillante luz del sol hizo que la identificación fuera difícil, pero pronto descubrí que era un elanio. No recordaba que fueran tan pequeños. ¡Pero seguían siendo tan hermosos como siempre!
Espero que el pájaro supiera lo que estaba haciendo, posado tan cerca de esa peligrosa espiral. Desafortunadamente he visto a varios pájaros atrapados en visitas anteriores.
Estaba disfrutando de la vista de este hermoso elanio cuando vi aparecer una criatura gigante volando en círculos en el cielo, más grande que cualquier otra rapaz que hubiera visto antes. Aunque volaba bastante alto y las condiciones de iluminación no eran las ideales, logré tomar algunas fotos que me permitieron identificar a esta ave como un águila imperial ibérica. Realmente estaba demasiado lejos para apreciar completamente su poderosa belleza, pero el mero pensamiento de observar una especie clasificada como vulnerable me llenó de alegría. Y orgullo, debo decir.
La luz me impedía tomar excelentes fotografías en un lado de la pista, ya que el sol brillaba desde esa dirección. También me resultó bastante difícil identificar algunas de las aves limícolas que vi, pero logré ver avefrías, archibebes claros, archibebes oscuros y espátulas, por nombrar solo algunas.
En la imagen final de mi Canon 90D, pude ver un ave rapaz que volaba elegantemente y a baja altura para poder identificarla como un aguilucho pálido. ¡Otro lifer!
Justo cuando me topé con una amable pareja de pajareros, armados con telescopios, llegó un gran grupo de cigüeñas blancas. Aún no había rastro de las grullas, pero hasta el momento había visto una variedad interesante de especies.
En mis anteriores visitas, nunca me había topado con tantos observadores de aves. Justo después de dejar la carretera principal que corre paralela a uno de los canales, me encontré con otros tres hombres que habían venido a observar aves en esta zona. Todos estábamos expresando nuestra pena por no haber visto ninguna grulla hasta el momento, cuando escuchamos ese típico llamado de trompeta. ¡Allí estaban, justo encima de nuestras cabezas! No era una bandada enorme, solo siete individuos, pero qué sensación tan satisfactoria. Su población se ha visto muy afectada este año por la gripe aviar, ¡pero estas siete aves estaban vivas y bien!
Mientras conducía lentamente por la pista, vi otros caminos secundarios que podría visitar durante otra visita a La Janda. Estamos teniendo los días más cortos del año y el sol casi se estaba poniendo, hora de volver a casa. La luz de la hora dorada es ideal para tomar buenas fotos, pero no quería quedarme atrapado en la oscuridad en estos caminos abandonados. Después de unas cuantas fotos más de un aguilucho lagunero, un bisbita pratense y un faisán, decidí irme a casa.
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